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No nos dejes caer en la tentación: el mensaje de la Cuaresma

Kenny Lavacude - Director Ejecutivo

Mar 18, 2023

“Nunca le es permitido al demonio afectar a una persona más allá de sus capacidades de resistencia al dolor o a los halagos de las tentaciones". - Padre Gabriele Amorth

El mundo de hoy ofrece muchas tentaciones: la riqueza mal habida, el consumo desbordado, el placer sin límites, la fama cueste lo que cueste, la vida fácil… y estas tentaciones se dan en un contexto de soledad en el cada vez están más inmersas las personas; soledad que es consecuencia del individualismo y el egocentrismo del cual nos ha impregnado el tiempo que vivimos.


En fin, vivimos en un mundo desértico y en un ambiente de soledad y llenos de tentaciones..


"Muchas personas sí caen en las tentaciones de hoy, en el desierto de la existencia actual".

Esto me recuerda mucho el relato de las tentaciones del Señor (Mt 4, 1-11), uno de los textos claves para entender la Cuaresma. Jesús, en el desierto, tentado por el demonio con los placeres que más han fascinado al género humano a través de los siglos: el tener, el poder y el placer.


Jesús no cae en las tentaciones, a pesar de lo apetitosas que resultaban.


Muchas personas sí caen en las tentaciones de hoy, en el desierto de la existencia actual.


Y, claro, por eso hay esperanza: muchas personas, como el mismo Jesús, recorren el desierto de su vida con coherencia, venciendo una tras otra las mil tentaciones. No importa lo que pase, no importa lo que digan los demás, no importan los obstáculos y las trabas que la vida les ponga, ahí están estas personas resistiendo a la tentación.


"Jesús no cae en las tentaciones, a pesar de lo apetitosas que resultaban".

El papa Francisco nos previene sobre las tentaciones y nos muestra las armas para vencerlas: “Hay un enemigo «seductor» que se aprovecha «de nuestra curiosidad y nuestra vanidad» prometiendo «regalos bien envueltos» en un bonito «paquete, sin dejarnos ver qué hay dentro»; que es como «un perro rabioso y encadenado» al que no acercarse —porque de otra manera «te muerde, te destruye»— y con el que no hay que dialogar nunca, al contrario, combatir con las armas de la oración, de la penitencia y del ayuno”.


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