Kenny Lavacude - Director Ejecutivo
“En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos".
Mt 18,3
En el año 2003 tuve la oportunidad de poner en marcha el programa Redes de la Fundación San Antonio, el cual desde hacía algún tiempo se vislumbraba a partir de una experiencia similar en la parroquia Nuestra Señora de Belén, denominada Jornada Alterna. Esta iniciativa la impulsó poderosamente el padre Mota a quien recuerdo con cariño.
Conocedor de la iniciativa, Monseñor Rafael Cotrino, empezó a idear un programa integral de atención a la niñez que recogiendo lo mejor de la experiencia del padre Mota, ofreciera un servicio más integral a los niños, niñas y adolescentes de la ciudad de Bogotá y que además, fuera fácilmente replicable.
"Quiero darle las gracias a tantas personas que nos han apoyado en este propósito tan loable".
Ahí entre yo. Entre la experiencia del padre Mota y las ideas de monseñor Cotrino, me correspondió hacer realidad el Programa, una aventura a la que nos lanzaríamos en el segundo del semestre de 2002, en el cual hicimos las alianzas con las parroquias fundadoras, seleccionamos el personal, compramos lo materiales y equipos, hicimos las adecuaciones locativas… En fin, soñamos con un espacio protector donde los niños, niñas y adolescentes pudieran soñar, construir y ser felices.
En febrero de 2003 abrimos los primeros centros, los cuales se llenaron rápidamente de risas, gritos, alegrías, conocimiento.
Como suele decirse, parece que fue ayer, pero de ese gran inicio ya han pasado veinte años. Más de 35 mil niños, niñas y adolescentes se han beneficiado del Programa, en conjunto con sus familias.
Hemos sorteado momentos de crisis como la ola de desplazados de los primeros años, el alargamiento de la jornada escolar en los colegios públicos o la pandemia y en todos estos años hemos sido fieles a la causa que nos convoca: la protección y la formación de nuestros menores.
Quiero darle las gracias a tantas personas que nos han apoyado en este propósito tan loable. A Hernando Rosas, director durante muchos años del programa; a los cientos de profesores y profesoras, personal psicosocial, personal de mantenimiento y servicios generales, voluntarios, donantes, benefactores; que nos han apoyado y que han entregado una parte importante de su vida a la causa.
Ahora calentamos motores para los próximos veinte años en los que trabajaremos con más compromiso, si se puede, para lograr que nuestros menores gocen de sus derechos y de la dignidad que les corresponde como hijos de Dios.